martes, 2 de diciembre de 2008

Microuniverso 1: Ingmar Bergman



Triste viajero, caballero cruzado en busca de aliento. Nos trajiste a nuestros ojos y a nuestros cuerpos parte de tu angustia existencial. Cuando llegó tu muerte el pasado año, el mismísimo día de la muerte de Antonioni, recuerdo que pensé en algo… Qué conociste al fin aquello que tanto cuestionaste y temiste, y que hablándonos de él y de lo que sentías paradójicamente te inmortalizó. A fin de cuentas todos están obligados a conocer el gran misterio, si se conoce la vida. Ese día me pregunté si te habrá echado una partida de ajedrez antes de llevarte...
Dios, el demonio, el pecado y la muerte. Un complejo y turbulento mundo interior te azotó, de mares y espejismos. Miedo a la vida por la muerte.
Miraré los fragmentos que dejaste desperdigados por el mundo, y ellos entrarán en mí de las más diversas formas, para luego expulsarlo en ideas con forma de palabras, para que entren en otros ojos y en otras mentes
Eres inmenso Bergman, no se si tengo derecho de hacer esto... Tan humano, tan vivo. Películas como las tuyas siento que salen de lo que es el cine, están en un olimpo donde lo bueno y lo malo no existe. Tus obras dejan de ser una mera sucesión de imágenes. Tienen una vida, una autonomía propia y elevada, un carácter sagrado e indefinible.

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