viernes, 19 de diciembre de 2008

TITULO 5 Idioterne (Los idiotas)



Sin artificios ni técnicos ni narrativos, esta película nos muestra una alegoría sobre la felicidad, en clave Dogma 95. Es una estupidez revolucionaria, una forma de lucha que va desde el trasfondo hasta la forma aparentemente más superficial. Uno es libre gracias a las limitaciones que uno mismo se impone, como diría Lars y sobre esta base a jugado y continúa jugando, sobre nuevas formas de hacer cine que le son propias.

Y así nace IDIOTERNE, Dogma #2
La historia cuanta algo así. Un grupo de jóvenes se junta para divertirse fingiendo ser enfermos mentales incomodando y provocando a otros humanos con su estupidez, burlándose de ellos y de su supuesta lástima. Se centra en el nuevo integrante del grupo, Karen, mujer introvertida. Se nos presenta con su tímida sonrisa y sus afligidos ojos que parecen esconder un secreto, una angustia que no le permite vivir. En ese estado se encuentra con Stoffer haciendo del idiota y a Sussane, que le da un amor como se lo daría una madre. Así vemos en todos los personajes un rasgo que no les permite ser libres, cuando son normales, pero que existe algo en la idiotización que si les permite serlo. Vemos a Stoffer, líder del grupo, que vive la catarsis en sentido de lucha social y conciente de que así se pueden desahogar los sentimientos más profundos y los deseos reprimidos. A través de unas entrevistas en donde los personajes se sinceran a la cámara nos damos cuenta que a pesar de esto no saben muy bien porque hacían el idiota, y muchos lo consideraban mera diversión

Ser idiota no es tan idiota como en un comienzo parece, solo un juego. Cuando entras a un juego tienes que ser otro, vivir dentro de nuevas reglas, como en un nuevo espacio y tiempo. Siempre ese otro tendrá algo de ti mismo, es imposible alienarse por completo, y el personaje en el que uno se convierte al iniciar el juego no es más que una deformación de tu propio personaje, el encuentro de una nueva personalidad o la expresión de un "yo" en estado latente.

¿Y en que consiste este juego, el "hacer el idiota"?
Es destruir la mente que nos estructura, deformarse no solo en lo físico, sino también en lo psicológico (en lo lógico de lo psicológico) y en el actuar
Ser impulsos y sensaciones
Sentir el mundo de otra forma
con una hipersensibilidad irracional
Es liberarse totalmente de las ataduras de una sociedad superestructurada
Anarquía absoluta
en contra de los principios sin sentido de los buenos modales
de la moral sexual que limita nuestro placer biológico hedónico
Ser idiota es ser esencia misma, única y personal

Es descubrir y expresar, por lo tanto, todo nuestro sufrimiento, alegría, apegos y desapegos por la vida, sin los estúpidos filtros que siempre nos ponemos y que nos impiden ser nosotros mismos. La ruptura de la mala fe de la que hablaba el filósofo existencialista (y poliamoroso) Jean Paul Sartre, que es el fenómeno de la negación de la libertad en pro de la cosificación del hombre (como el micrero que no saludamos ya que es objeto inerte y no un ser humano).
Los filtros más poderosos que nos limitan son el miedo al fracaso, al ridículo y a perder cosas que en realidad no tienen un sentido lógico. Esta película tiene un poco de nihilista en ese sentido, ya que se plantea que lo único que queda por hacer es ser un idiota en un mundo deshecho por convenciones estúpidas que no tienen un verdadero peso. Son las institucionalidades más cercanas, la familia y el trabajo, las que más nos limitan dentro del marco del deber ser. Es aquí donde el idiota es un verdadero revolucionario, y eso lo entendía bien Stoffer, quien luego de ver que el verdadero sentido de los idiotas, como él los había pensado, se estaba perdiendo, desintegrado por la poca capacidad de sacrificio de sus integrantes, encuentra una manera de poner a prueba para ver si efectivamente esto era así. Sacar sus idiotas interiores en momentos de la vida cotidiana, la familia o el trabajo. Aquí, en el final, el relato se une con su comienzo. Karen es la única que decide hacerlo. Decide enfrentar a su familia, volver a casa, de la cual había escapado por algo que la atormenta, la muerte de su pequeño hijo, y hacerlo frente a ellos, sacar orgullosa su idiota interior... La idiotez le satisfizo esa necesidad de afecto que le fue desprendida y a modo de gratitud se enfrenta a su propia vida a modo de idiota
La idiotización le permitió transgredir las barreras de individualidad que la habían dejado sola, amar y destruir las responsabilidades adultas, ser una niña, mirar la luz del sol entrando por su ventana, y descubrir ahí su felicidad.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Silencio

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martes, 2 de diciembre de 2008

Microuniverso 1:Ingmar Bergman . . . . . . . . . . . TITULO 4 El huevo de la serpiente

Lo que nos distingue de los animales es que hemos creado nuestra propia forma de ser, nuestras propias leyes, nuestra cultura. Podemos adoptar las más diversas formas de supervivencia, formas que salen de lo que es natural. Pero algo muy extraño sucede con esto. Esas mismas formas de conducta social que vamos creando lentamente a través de los siglos se nos empiezan a naturalizar y creemos que son ajenas a nosotros, designios naturales o “divinos”. Vemos la violencia, el egoísmo y la individualidad como inseparable del hombre, pero la mente es en realidad plástica y moldeable. Es increíble toda la complejidad psicosocial que hemos creado, capa tras capa, que nos impulsa a actuar de una determinada manera, para luego no poder entender porque hacemos lo que hacemos. El problema es que somos solo parcialmente concientes de los efectos de nuestras decisiones, dependiendo de nuestra especialidad. Solemos ver que para una decisión existe un determinado efecto, siendo que en realidad siempre son múltiples. Pensar que el ser humano es y siempre será así es un error, ¿no podemos ver más allá de nuestra corta existencia? Debemos tener otra concepción del tiempo, para diferenciar el comportamiento biológico del comportamiento social.
Pienso que la mayor parte de nuestro comportamiento es sin embargo social (aunque el señor Freud diga lo contrario). Lo que es capaz de hacer un hombre por dinero por ejemplo, dependen de los atributos sociales que se le dan a ese u otro objeto. La cultura marca la forma de ver, de sentir y de moverse en el mundo y se va desarrollando y entrando por osmosis en la vida del ser individual. Lo que es capaz de hacer el hombre por odio, o por amor, dependen de su cultura, que por supuesto nacen de una deformación de la primera capa que es natural (amar u odiar por ej., ahí coincido con el señor Freud). Sin embargo hay momentos que el hombre deja de lado todos sus revestimientos culturales, sus ideales metafísicos y éticos, sus teorías sobre las costumbres y las buenas acciones, los dioses y las creencias.
El huevo de la serpiente está situada dentro de los primeros años de la Republica de Weimar, en 1923, narra la triste vida de dos individuos en un mundo destruido por la primera guerra, dentro de una Alemania en la que se avecinan nuevos tiempos de muerte. La historia parte cuando Abel Rosenberg llega a su pensión por la noche y se encuentra con su hermano Max muerto. Junto con la mujer de Max, Manuela, hacían un número de trapecio en un circo. Abel y Manuela empiezan a trabajar en una clínica que dirige Vergérus, un oscuro cientifico Aleman, sin saber ni imaginar sus verdaderos propositos... Abel en el archivo, Manuela en la lavandería. En los clasificadores del archivo hay testimonios de los experimentos con personas que lleva a cabo Vérgerus...
La lenta ascensión de los nazis, la gestación de un terror oculto, liderada por Hitler, se deja ver detrás de un delgado velo, en las miradas perdidas de los hombres y las mujeres. “Es como el huevo de la serpiente: bajo la fina y transparente membrana se puede advertir claramente un reptil ya perfectamente formado”.
Y esos individuos vuelven a esa primera capa natural y primigenia, a matar sin escrúpulos, a olvidar la moral que su misma cultura creó. Otra pesadilla. El salvajismo es predecible. Aniquilamiento, destrucción y muerte. La bondad en el hombre tiene su límite, y es el mismo hombre el que la está aplastando. La resistencia humana llega a su fin, los hombres toman sus armas y salen a matar. En 1939 llegó el terrible holocausto para cambiar el eje de la historia.
El hombre se ha tornado contradicción, científicamente su comportamiento es, en teoría, predecible. Pero desde una perspectiva lógica su comportamiento sigue siendo absurdo. El hombre se ha vuelto un gigante, que ve una flor pequeña y enternecido por su belleza intenta tomarla, destruyéndola... Así el hombre, con sus manos monstruosas, ahora maquínicas y repletas de extensiones tecnológicas, a tomado el alimento de la tierra, el agua y el aire, y también a intentado amar a otros hombres. Pero sus torpes y enormes manos revientan la fragilidad del mundo. ¿qué nos queda entonces? ¿Cómo guiar nuestros actos para no generar más caos? Dejaré abierta la pregunta, para intentar responderla con otro film


Microuniverso 1: Ingmar Bergman



Triste viajero, caballero cruzado en busca de aliento. Nos trajiste a nuestros ojos y a nuestros cuerpos parte de tu angustia existencial. Cuando llegó tu muerte el pasado año, el mismísimo día de la muerte de Antonioni, recuerdo que pensé en algo… Qué conociste al fin aquello que tanto cuestionaste y temiste, y que hablándonos de él y de lo que sentías paradójicamente te inmortalizó. A fin de cuentas todos están obligados a conocer el gran misterio, si se conoce la vida. Ese día me pregunté si te habrá echado una partida de ajedrez antes de llevarte...
Dios, el demonio, el pecado y la muerte. Un complejo y turbulento mundo interior te azotó, de mares y espejismos. Miedo a la vida por la muerte.
Miraré los fragmentos que dejaste desperdigados por el mundo, y ellos entrarán en mí de las más diversas formas, para luego expulsarlo en ideas con forma de palabras, para que entren en otros ojos y en otras mentes
Eres inmenso Bergman, no se si tengo derecho de hacer esto... Tan humano, tan vivo. Películas como las tuyas siento que salen de lo que es el cine, están en un olimpo donde lo bueno y lo malo no existe. Tus obras dejan de ser una mera sucesión de imágenes. Tienen una vida, una autonomía propia y elevada, un carácter sagrado e indefinible.