sábado, 6 de febrero de 2010

WELLS, H. G. El país de los ciegos

WELLS, H. G. El país de los ciegos
La historia transcurre en un fértil y apacible valle andino en el que se asientan unos colonos que pronto han de enfrentarse a una terrible desgracia (o maldición): todos sus hijos nacen ciegos.
Debido a la explosión de un volcán, el lugar queda aislado del mundo exterior y tras muchas generaciones de ciegos, todo recuerdo de un mundo exterior se desvanece y el país acaba convirtiéndose en una leyenda. Pero un día sucede lo impensable, un montañero de Quito perdido entre las montañas consigue llegar al país de los ciegos. Pronto sus ansias dominadoras se despiertan, su visión le hace aventajado frente a los ciudadanos del valle que acaba de descubrir y no duda en planear un golpe de estado que le ponga al frente de su nueva ciudad. Si en el país de los ciegos el tuerto es el rey, también debería serlo un vidente.
Pero cual será su sorpresa al descubrir que no será nada fácil imponer su ‘visión’. En un lugar organizado económica, social y culturalmente para ciegos, sus capacidades videntes resultan inútiles. Torpe en las costumbres del país (que incluyen, por ejemplo, dormir de día y trabajar de noche), el conquistador resulta ser simplemente un ciego más, pero sin habilidades. Para ellos poco más que un niño sin formar que no sabe lo que dice, un salvaje sin civilizar que cuenta extrañas leyendas sobre algo que no existe, algo llamado visión.
Si quiere sobrevivir en el País de los Ciegos, nuestro colonizador tendrá que aceptar sus normas, su cultura y su fe, o, de lo contrario, abandonar el lugar. Su ‘don’, que debería hacerlo superior al resto, en un mundo diseñado para ciegos no sólo no le sirve, sino que lo convierte en un ser inferior. Una enfermedad que no le deja ser como los demás, y a la que tendrá que renunciar si quiere integrarse.